lunes, 8 de octubre de 2012


Halloween significa "All hallow's eve", palabra que proviene del inglés antiguo, y que significa "víspera de todos los santos", ya que se refiere a la noche del 31 de octubre, víspera de la Fiesta de Todos los Santos. Sin embargo, la antigua costumbre anglosajona le ha robado su estricto sentido religioso para celebrar en su lugar la noche del terror, de las brujas y los fantasmas. Halloween marca un retorno al antiguo paganismo, tendencia que se ha propagado también entre los pueblos hispanos.

Los cristianos debemos no solo desenmascarar el mal sino ser además luz en las tinieblas. Debemos abogar por el retorno a la verdadera celebración de la Fiesta de Todos los Santos que comienza en la noche del 31 de octubre. En la liturgia de esa noche, San Pablo nos enseña que los santos están con nosotros:

Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los justos llegados ya a su consumación. (Hebreos 12,22-24).

Debemos celebrar gozosamente esta realidad. Se pueden hacer muchas celebraciones en torno a los santos. Los niños se pueden disfrazar de un santo favorito y aprenderse su vida, especialmente sus virtudes, con el fin de imitarlas.  Los mayores pueden leer sobre los santos, tener una fiesta en honor a un santo favorito de la comunidad o de la familia.

Tradicionalmente en España y en algunas comunidadse de Latino América, solía irse de puerta en puerta cantando, tocando instrumentos musicales y pidiendo dinero para celebrar misas para las ánimas del Purgatorio. 

La Fiesta de Todos los Santos es una invitación a ser nosotros también santos. Las vidas maravillosas de los santos nos ayudan a vivir más perfectamente el Evangelio. Encontramos en ellos grandes amigos que intercederán desde el cielo por nuestra salvación. 

Padre Jordi Rivero
http://www.aciprensa.com/controversias/halloween7.html

domingo, 20 de marzo de 2011

DUC IN ALTUM

“En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la palabra de Dios, y Él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. (...) Jesús subió a la barca de Simón Pedro y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después, se sentó y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «¡Navega mar adentro!...»”. (Lc. 5,4)

¡Duc in altum!...¡Navega mar adentro! no es sólo una frase, es una invitación para los jóvenes que tienen grandes ideales. Navegar mar adentro, es no conformarse con poco, es luchar por nuestros sueños a cada instante. El padre Carlos Buelas, en su libro Jóvenes al Tercer Milenio, deja un mensaje para todos los jóvenes que no tienen miedo de esforzarse por lo que realmente quieren:

¡Navega mar adentro! Donde las olas sacuden la barca, donde el agua salada salpica el rostro, donde la proa va abriéndose paso por vez primera, donde no hay huellas y las referencias sólo
son las estrellas, donde la quilla es sacudida por remolinos encontrados, donde las velas desplegadas reciben el furor del viento, donde los mástiles crujen... y el alma se estremece...

¡Mar adentro! Lejos de la orilla y de la tierra firme de los pensamientos meramente humanos, calculadores y fríos... donde el agua bulle, el corazón late a prisa, donde el alma conoce
celestiales embriagueces y gozos fascinantes.

Navegar mar adentro es tomar en serio las exigencias del Evangelio: vé, vende todo lo que tienes... (Mt 19,21).

Es la única aventura...

Es el ansia de poseer al Infinito en nuestro corazón inquieto...

¡Duc in altum! A vivir el cristianismo a “full” en una mezcla de bravura y de coraje, que ha de cautivar a los hombres, a los niños, a los jóvenes.

Es no tener miedo de amadrinarse con el peligro, a vivir en la desenfadada intrepidez del amor total, absoluto, irrestricto e indiviso a Dios.

A vivir en un delirio de coraje para vencer día a día y hora a hora, al mundo, al Demonio y a la carne. A vivir con todo el ímpetu de los santos y de los mártires que lo dieron todo por Dios.

¡Mar adentro!